Con solo nombrar Cali nos viene
a la mente palabras tales como narcotráfico, secuestros, peligro, pobreza, etc.,
tal vez años atrás tenía un poco de todo esto, o quizás la tele y el cine nos
quieren mostrar una realidad que hoy al menos no es tan así. Llegamos a Cali y
en unos minutos pudimos saber cuál es su máximo valor: su gente.
Luego de un viaje de 11hs en
bus y después de dejar Ipiales con unos 15°, llegamos a Cali con unos 30°
aproximadamente. Tomamos un taxi desde la terminal hasta la casa de nuestro amigo
Mauricio, sin embargo teníamos incompleta la dirección y perdidos en una ciudad
totalmente nueva, abombados por tanto viaje y calor, finalmente llegamos al
barrio de nuestro amigo pero sin poder encontrar su casa y sin batería en
nuestro celular para poder llamarlo. Necesitábamos cargarlo unos minutos y allí
fue cuando, en tan solo un ratito de nuestra estadía en suelo caleño, sentimos
que su gente era el gran secreto de esta famosa
ciudad.
Una familia que se encontraban
en el patio delantero de su casa, vio que estábamos con el taxi buscando la
dirección y se ofrecieron a ayudarnos. La ayuda se extendió en un largo rato de
charla, historias de Argentina, de
Colombia, de Cali y con un fuerte abrazo nos despedimos felices de habernos
cruzado con todos ellos.
Nos habían dicho que la gente
de Cali y de Colombia en general es así, pero también nos habían comentado que
tengamos mucho cuidado con todo y todos, siempre quisimos apostar a lo primero
y sin dudas fue así.
Cali es sinónimo de calor, de
rumba, de la ¨chiva rumbera¨, infinidad de motos, tránsito descontrolado y una
ciudad enorme para recorrer y descubrirla. Para cruzar las calles o avenidas
hay que encomendarse primero a Dios y luego animarse al desafío de llegar con
vida al lado de enfrente.
También descubrimos con
escuchar hablar a los caleños, tienen muchísimas palabras con ¨CH¨: sancochado, champú, chiva, chontaduro
etc. Gracias a Mauri, aprendimos un sinfín de vocabulario caleño y probamos
exóticos sabores para nuestro acotado paladar porteño.
Cali es la tercer ciudad más
importante y poblada de Colombia, para nuestro gusto es inmensa y avasalladora,
pero sin embargo nos despedimos de ella con la sensación de haberla vivido
intensamente en tan solo 3 días. Nos llevamos una foto en nuestra memoria de su
gente, sus sonrisas, sus charlas y sobre todo nos llevamos un nuevo amigo:
Mauricio Rey, una cosecha más de esta lindísima tierra.
Lo que no hay que perderse:
- Subirse a una chiva un viernes o sábado a la
noche y rumbear en ella (no lo pudimos hacer porque llegamos un sábado ya
tarde, pero vale la pena hacerlo!).
- Subir al Cerro Tres Cruces, ver la vista de la
ciudad y comer un refrescante salpicón (es una especie de ensalada de frutas).
- Recorrer el centro histórico con sus hermosas
iglesias, el Barrio El Peñol, la plaza de las Palomas, de los Poetas y viajar
en el MIO (el bus clásico de la ciudad, que es muy parecido al Metrobus).
- Salir a tomar algo por el Barrio San Antonio y
ver algún show de stand-up en la plaza.
Plaza Las Palomas |
Probando el Champu, típico palto de Cali |
Iglesias de Cali |
El barrio más lindo de la ciudad |
Parque de los Gatos |
Vista de la ciudad desde el Cerro Tres Cruces |
Con nuestro querido amigo CS Mauricio |
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