Máncora


Luego de una parada fallida en Chiclayo para poder conocer el Museo de Sipán y las playas de Pimentel, desembarcamos en Máncora, bien al Norte de Perú.
Llegar a Máncora fue el respiro que necesitábamos después de tener una gran cuota de ciudad.
Vasta estar unos minutos en sus playas y sumergidos en su quieto mar, para comenzar a sentir que estás en el lugar indicado.
Estando en Máncora disfrutamos del olor a playa, la arena en el cuerpo, recolectar caracoles en la orilla del mar, caminar por el pequeño centrito durante las noches, tomar una cerveza bien fría en la playa  y hasta tuvimos la suerte de encontrar en la orilla, un caballito de mar mientras hacíamos una de nuestras caminatas.
Con un aire bohemio, música, extensas playas casi vírgenes, muchos colores y gente joven, todo eso es Máncora y quedamos encantados en sumergirnos no sólo en sus aguas, sino también en su esencia.

Lo que no hay que perderse:

-          Correr a la mañana por sus extensas playas.
-          Hacer una caminata por las playas de Pocitas.
-          Ver el atardecer.

Estuvimos alojados en 2 hostales muy lindos y recomendables durante nuestra estadía en Máncora: Balsa&Totora y Sol de Máncora.











1 comentario:

  1. Hermosas playas y el Caballito de Mar, supongo que es el primer amuleto.

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